¿LA PASTORAL FAMILIAR,
UNA PRIORIDAD DEL MINISTERIO
En la Carta a los Sacerdotes para el Jueves Santo de 1994, Juan
Pablo II decía que “la pastoral familiar –lo sé por mi propia
experiencia personal- constituye en cierto modo la quinta esencia de
la actividad de los sacerdotes a cualquier nivel”. El Papa dirigió
un Mensaje a la Conferencia episcopal de Tanzania el día 20 de
febrero de 1996, en él apoyaba sus programas de atención pastoral a
los catequistas, a los jóvenes y a las familias. En esta ocasión el
Santo Padre volvió a insistir en que la promoción de la santidad y
de la estabilidad de la familia debe considerarse como una prioridad
el ministerio. Para ello hay que ayudar a los cónyuges cristianos a
construir su vida sobre la base de la gracia del sacramento del
matrimonio, que hace de éste y de la vida familiar “el camino normal
de la santidad para la mayoría de los fieles”.
Seguía diciendo el Papa que la pastoral familiar será eficaz si
antes se da una adecuada preparación al matrimonio en la que se
presente “de modo claro y convincente la enseñanza de la Iglesia
sobre la unidad y la indisolubilidad del vínculo matrimonial, así
como su enseñanza sobre la procreación responsable y el uso de los
métodos naturales de regulación de la fertilidad”. Las iniciativas
pastorales a favor de la familia cristiana han de tener como
finalidad ayudarlas “a realizar plenamente su vocación de primeras
escuelas de seguimiento e Cristo y de evangelización”. En los planes
e pastoral familiar hay que tener en cuenta que los padres son los
primeros catequistas de sus hijos. La familia es la primera escuela,
fundamental e irreemplazable, en oren al crecimiento humano y
cristiano de todos sus miembros; en ella, tanto los padres como los
hijos, comparten la misión de custodiar, revelar y comunicar el
amor.
UNA PASTORAL FAMILIAR MÁS ORGÁNICA Y AUDAZ
Hablando a un grupo de Obispos colombianos, el 30 de abril de 1996,
Juan Pablo II presentó la preocupante situación por la que pasaba la
familia como causa y consecuencia de la crisis cultural. Esto exige
–decía el Papa- “situar la pastoral familiar dentro del cuadro más
amplio de la nueva evangelización”. En este discurso la nueva
evangelización es definida como un proceso nunca concluido y que
tiene dos objetivos fundamentales: incrementar la madurez de la fe
de los fieles e impregnar la cultura de los pueblos con la luz y el
vigor del Evangelio. Por ello, la nueva evangelización no es una
estrategia aislada en una situación determinada. La acción
evangelizadora será nueva “en su actitud, en su esfuerzo y en su
programación”. El anuncio del Evangelio de la Familia hay que
situarlo en este marco más amplio de la nueva evangelización.
La institución familiar, como célula primera y vital de la sociedad
“puede generar grandes energías que son necesarias para el bien de
la humanidad”. Esta es la razón de que haya de plantearse una
pastoral familiar más orgánica y audaz, cuyo objetivo ha de ser
“promover y crear un modelo de familia que posibilite un núcleo
auténticamente humano, que encarne los valores del Evangelio y luego
los irradie como base de una nueva sociedad”.
Esta pastoral familiar tiene además otras características: habrá de
ser una pastoral creativa, de acompañamiento y animación, y bien
coordinada. Una pastoral familiar creativa para ayudar a las
familias incompletas. Una pastoral familiar de acompañamiento a los
esposos cristianos en su compromiso por construir sus familias según
el designio de Dios en medio de las dificultades. Una pastoral
familiar de animación espiritual, “que tenga presente la situación
particular de los divorciados, separados y de quienes viven en unión
libre”. Por último, la pastoral familiar habrá de ser coordinada en
orden a aunar esfuerzos iniciativas y movimientos apostólicos para
dar respuestas efectivas a los problemas de las familias. Concluía
su Discurso Juan Pablo II diciendo que el de la familia es “otro
desafío pastoral que exige lo mejor de nuestra solicitud pastoral”.
LOS AGENTES DE LA PASTORAL FAMILIAR
Es necesaria una pastoral familiar progresiva que acompañe a las
familias “en las diversas etapas de su formación y de su desarrollo”
(Familiaris Consortio 65). La misma Iglesia universal y particular,
así como las parroquias, son responsables del acompañamiento de las
familias (Familiaris Consortio 70). La familia es, a la vez, objeto
y sujeto de la pastoral familiar. En comunión con la Iglesia, los
esposos cristianos han de realizar su apostolado principalmente en
el campo de la familia, de modo especial en la suya propia y, a la
vez, irradiando su testimonio a otras familias (Familiaris Consortio
71).
Otros agentes en la pastoral familiar son el Obispo, padre y pastor
de la “familia diocesana, modelo y fuente de esperanza para tantas
familias que a ella pertenecen” (Familiaris Consortio 73). También
los sacerotes como colaboradores del Obispo, realizan “una parte
esencial del ministerio de la Iglesia hacia el matrimonio y la
familia”; su labor no se reduce a los problemas morales y
litúrgicos, “sino también a los de carácter personal y social”. Esta
ayuda y acompañamiento los sacerdotes habrán de hacerla desde la
cercanía, siendo para las familias “padre, hermano, pastor y
maestro, ayudándolas con los recursos de la gracia e iluminándolas
con la luz de la verdad” (Familiaris Consortio 73). También los
religiosos y las religiosa colaborarán en la pastoral familiar a
través de su dedicación a los niños, en las visitas a las familias y
abriéndoles sus propias casas (Familiaris Consortio 74). En esta
pastoral específica no se puede prescindir del consejo, la
orientación y el apoyo de los laicos cristianos, especialistas en
campos que afectan a la familia, como médicos, juristas, psicólogos,
asistentes sociales, consejeros (Familiaris Consortio 75).
AYUDAR A LAS FAMILIAS NUEVAS
En la celebración del matrimonio no sólo los nuevos esposos se
comprometen ante Dios y ante la Iglesia, representada en ese momento
por el sacerdote y los asistentes a la ceremonia. También Cristo
mantendrá su presencia salvadora en el seno de la nueva familia. Y
la Iglesia, Madre y Maestra, se obliga a acompañarlos en las
diversas etapas del camino. La familia de familias, que es la
Iglesia, ayudará a estas familias nuevas a vivir su misión en la
Iglesia y en la sociedad así como en el propio hogar. Las familias
jóvenes suelen encontrar dificultades en su adaptación a la vida en
común y con la llegada del primer hijo. La acción pastoral de la
Iglesia a favor de la familia tiene como primer agente a las
familias mismas. Una forma eficaz y sencilla de ayuda a las familias
jóvenes es la que se realiza de familia a familia (Familiaris
Consortio 69), poniendo las familias maduras su experiencia y sus
dones de fe al servicio de las más jóvenes.
A las nuevas familias hay que ayudarlas a construirse como
verdaderas comunidades de vida y amor, viviendo responsablemente el
amor. La comunión conyugal es un don del Espíritu Santo, infundido
en los esposos en el sacramento del matrimonio, pero es también una
hermosa y exigente tarea, que lleva a los nuevos esposos a crear
cada día una unión más rica entre ellos a todos los niveles de su
vida (Familiaris Consortio 19). Los nuevos esposos tendrán que
construir la propia intimidad de su hogar sin romper con sus tareas
fuera de casa. Y, sobre todo, hay que ayudarlos a vivir la llegada
del primer hijo como un don de Dios, nunca como una carga, por el
que merece la pena realizar toda clase de sacrificios.
Las nuevas familias necesitan también ser apoyadas a la hora de
enfrentarse a las dificultadas que llegan del ambiente que los
rodea. En esta primera etapa de la vida conyugal y familiar pueden
ser influenciadas negativamente por varios fenómenos que se
presentan bajo la apariencia de libertad. Un falso sentido de la
independencia puede llegar a anular las exigencias del verdadero
amor entre los esposos y hacia los hijos, impulsándolos a justificar
el divorcio, el aborto y hasta el no tener hijos o quedarse, sin
justas razones, en el hijo único. Hay que ayudar a las familias
jóvenes a ser conscientes de su misión al servicio de la vida, como
santuario de vida y amor que son. Los matrimonios con más camino
recorrido han de transmitir a los más jóvenes los criterios para
analizar y solucionar correctamente los problemas que se plantean a
todas las familias.