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Los niños en la sociedad actual 
Autor
Camilo Valverde Mudarra

 

Téngase presente que, en el pasado, los niños se contaban en el círculo de los excluidos, de los que socialmente no gozaban de consideración, estaban entre los olvidados. Por su parte, el Evangelio, situándolos entre los primeros, entre los preferidos del Señor, entre los que más cuentan, se coloca abiertamente al lado de los niños. Ciertamente, los niños representan el verdadero discípulo de Jesucristo; ellos presencializan el mensaje evangélico, son receptores del corazón de Jesús e, igual que lo hizo con los pobres, quiso también identificarse con los niños: "El que acoge a un niño, me acoge a mí" (Mt 18,15). Porque Cristo está en el que es pequeño, limpio, abierto, dispuesto; vive en el débil, en el oprimido y en el desvalido.

         Sin duda, no estamos en el siglo I; las cosas han cambiado bastante, el hombre ha progresado en muchos órdenes y materias. Sin embargo, a pesar de los avances y del progreso, hay aspectos en la vida actual que parecen anclados en el pasado. La humanidad sigue obcecada en su infantil enfrentamiento y absurda lucha y continúa, siglo tras siglo, enzarzada en guerras y exterminios abriendo brechas de sangre y muerte; sigue padeciendo el hambre y la miseria bajo muchas formas de esclavitud y de injusticia; la modernidad no ha llegado a establecer el justo y equitativo reparto de los bienes de esta tierra, que le pertenece a todos los hombres y no sólo a unos cuantos avispados que acumulan y acaparan en sus luminosos bancos y lujosas mansiones. No alcanzan a entender estos pobres ricachones que, con su dinero, no pueden comprar unas gotitas de lluvia, un rayito de sol o sacudirse el mordisco terrible del cáncer. La sociedad de hoy aún no ha consolidado, en su justa medida, los derechos del niño y de los menores.

         No obstante, es de justicia resaltar el interés que los derechos del menor han despertado a nivel internacional, especialmente, a partir del año 1980. Basta citar la resolución 40/80 de la ONU, llamada las "Reglas de Beijing" y la Convención de los Derechos del Niño del 20 de noviembre de 1989, diez años después del Año Internacional del Niño; y, a nivel europeo, las Recomendaciones del Consejo de Europa. En España contamos con la Ley del Menor de diciembre de 1995. En Madrid, se ha creado la figura del Defensor del Menor el 27 de junio de 1996, como consecuencia de la Ley de Garantías de los Derechos de la Infancia, ya vigente. Se están creando redes de "municipios en defensa de los derechos de los menores" y se organiza la Marcha Mundial contra el Trabajo Infantil. Todo este movimiento, aunque se ha retardado mucho, han pasado veinte siglos de espera, significa que la sociedad está cada vez más sensibilizada por la protección que merecen los menores. A pesar de todo esto, queda un largo camino que recorrer, pues ahí están "los niños de la calle", los del Brasil, donde en 1997 había 36 millones de niños indigentes de los que siete millones vagan por la calle; los de Manila, unos 70.000; los de Moscú, unos 60.000 que viven en la calle; y los de tantas partes del mundo, excluidos y abandonados, muertos de hambre, cuando no asesinados, que no dejan de horrorizarnos y de incitarnos ante el grave problema. Y ahí está la denuncia de UNICEF sobre la existencia en el tercer mundo de, al menos, 250 millones de niños entre los cinco y catorce años que se ven obligados a trabajar en condiciones extremas, de infrahumanidad, de explotación, de miseria y de esclavitud: 152,5 millones en Asia; 80 en África; 17,5 en Iberoamérica y 0,5 en Oceanía.

         En España, Caritas da la cifra de nueve millones de pobres, gran parte son niños. En Estados Unidos, la tasa de pobreza es la mayor de todos los países desarrollados y duplica la de los países industrializados. En la actualidad cuatro millones de niños estadounidenses malviven expuestos a la violencia doméstica, trastornos  psicológicos, toxicomanías y alcoholismo. Es una ironía que este país, que se autoproclama "el juez mundial de los derechos humanos (DDHH)" y emite informes sobre más de 190 países y regiones (incluida China) de violar los derechos humanos, sea el que más los ha violado en el 2005, aunque lo suyo se lo calla y lo silencia. Los datos (Oficina del Censo de EEUU), muestran que tienen 37 millones de pobres, lo que supone que uno de cada ocho ciudadanos norteamericanos vive en la pobreza. En las zonas urbanas, entre el 30 y el 40 por ciento de los niños, viven bajo el umbral de la pobreza. La salud de los niños es precaria sin seguros, exámenes médicos ni vacunas, con una tasa de mortalidad infantil y juvenil en aumento. Algunos corroídos por el SIDA sin alcance de medicamentos, mueren sin tratamiento.

 

         Según el informe de 1997, sobre el Programa de la O.N.U. para el Desarrollo, casi 150 millones de niños están mal nutridos, cada día mueren 35.000 por causa de la inanición. No asisten a la escuela 130 millones, en España 75.000 andan sin escolarizar. El cuarto Informe Mundial sobre la Educación (1998) elaborado por la UNESCO asegura que unos 145 millones de niños de 6 a 11 años no tienen escolarización y 284 millones de 12 a 17 carecen de enseñanza secundaria. Para el año 2.010, estas cifras crecerán a 152 y a 324 millones, en primaria y secundaria respectivamente. En Venezuela, con 21 millones de habitantes, 400.000 niños entre 4 y 6 arios no van a preescolar y 1.020.000 entre 7 y 12 años no van a la escuela.

La gran mayoría vive en Asia. En China, cada año nacen quince millones de niños y cada año queda abandonado un millón. En África, trabaja uno de cada tres niños. En Iberoamérica, uno por cada cinco. El 25% de la mano de obra en la plantación de la caña, en el Brasil, es infantil. Y, en el mundo desarrollado, las cifras también son alarmantes. En España, tenemos doscientos cincuenta mil menores forzados a trabajar y medio millón se ven obligados a cambiar de escuela por el trabajo. En el Reino Unido, entre un 15 y un 26% de los niños, de once años, trabajan; y en Estados Unidos, uno de cada cuatro niños es pobre y hay muchos que trabajan ilegalmente.

         Los niños son hoy el paradigma de la esclavitud más abyecta. Se venden y se compran al por mayor. Se trafica con ellos. Son violados y prostituidos en burdeles. La trata de niños de ambos sexos debe ser considerada como un genocidio de la infancia. Malviven, sufren, enferman y mueren a millares; son presa fácil de la malicia, del hambre y de la miseria. Más de seiscientos cincuenta mil, menores de catorce años padece el SIDA en el mundo. Y para ellos no hay medicamentos, ni llega el pan y el agua, ni el rostro del cariño y del abrazo, ni el calor del hogar.

         El compromiso cristiano nos lleva a luchar por una legislación que garantice y proteja mejor los derechos del menor en armonía con los postulados humanos y evangélicos. El grito desgarrado de los niños no podemos silenciarlo; el grito de las favelas, el llanto de la orfandad solitaria, el desgarro de la mendicidad callejera, el mordisco que rebusca en las basuras claman contra la injusticia. Exige atención, respeto digno al justo reparto de la riqueza de este mundo que es suyo y les pertenece. El mal asedia, se resiste y campea; la maldad vigila, ahoga y asesina; si no se refrena, se combate y se extirpa, se lanza y atenaza. No hay que soportar ni permitir su existencia. Hay que cultivar la virtud y pisotear con denuedo la maldad.

         La sociedad ha instalado el culto al dios dinero, la búsqueda del placer y el servicio a su yo, en un feroz egoísmo del todo vale, de la trepa y el triunfo; desnaturalizada ha abrazado el relativismo absoluto y el laicismo y ateísmo galopantes; se ha desprendido de los valores humanos y espirituales; y, desechando la tradición, el amor y la paciencia, como antiguallas inservibles, se rige por la inhumanidad, la agresividad y el olvido.

 
 Fuente:

autorescatolicos.org

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