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La continencia «por el reino de los cielos» y el ethos de la vida conyugal y familiar
Autor
Manuel Alejandro Cornelio Utrilla

 

...“quien hoy canta victoria contra el modelo tradicional de familia, olvida que aquí no se está combatiendo una guerra de religión. La familia es patrimonio común de las grandes culturas del mundo"... 


Francesco M. Valiante, del L'Osservatore Romano, deja claro en su oportuno artículo sobre la familia, que ésta no es algo impuesto por los jerarcas católicos, y advierte que “quien hoy canta victoria contra el modelo tradicional de familia, olvida que aquí no se está combatiendo una guerra de religión. La familia es patrimonio común de las grandes culturas del mundo [...] Pertenece a toda la humanidad porque está inscrita en la naturaleza desde sus inicios. Y ha sobrevivido a través de los siglos a la criba de sistemas filosóficos, científicos, antropológicos y sociales [... ] Causa incredulidad y amargura los tonos triunfalistas con los que algunos políticos e intelectuales "progresistas" han comentado la ley que legaliza las uniones homosexuales, equiparándolas al matrimonio heterosexual. 

”La dignidad cristiana del matrimonio, en vez de disminuir el valor profundamente humano, lo consolida y lo refuerza. Por eso, todo intento de trastocar el proyecto de Dios sobre la familia es también un intento de desfigurar el rostro más auténtico de la humanidad”, sito el articulista Valiante. 

”Es singular que un Estado que se proclama laico y liberal pretenda imponer el propio sistema ideológico sobre una realidad tan compleja”, agrego Valiante. El estado laico debe comprometerse con el bien común, y minar la familia pretendiendo equipararla con algo tan abominable favorece la anarquía global. 

Pareciera que ser liberal es sinónimo de ir a favor de todo lo que destruye la vida, dejando al ser humano a merced de sus más arrebatados y voraces instintos de depravación. Se exalta así un erróneo concepto de libertad acuerpada de la dictadura del relativismo y el consenso de una minoría ruidosa, de políticos que actúan según criterios de la moda con discursos llenos de frases hechas trilladas, vacías y populistas, complacientes, con intención de ganar para su haber una efímera y frágil popularidad que reditúe electoralmente. Ellos mismos, carentes de memoria histórica, no deben olvidar que llegaron al gobierno por un voto de castigo que hizo el pueblo español a su expresidente que se adhirió a la invasión de Irak. La historia los juzgará también, y deberán dar cuentas ante el Dios de la vida. 

Este egoísta proceder daña a una nación, y contagia como maligno virus la débil conciencia de otros legisladores alrededor del mundo. Legislar contra la vida es morir sin legislación. 

El Presidente del Pontificio Consejo Justicia y Paz, cardenal Renato Raffaele Martino, alertó que se trata de “una aberración de los principios que provienen de la naturaleza” y recordó que la decisión “no refleja la voluntad verdadera del pueblo español”, que recogía el diario italiano «Avvenire» el viernes anterior. 

Otro hombre de Dios y mente lúcida, envió a Zenit, desde Arequipa, Perú, una nota que ilustra: “Las razones para desestimar esta ley no son en contra de los homosexuales que en cuanto a personas humanas tienen los mismos derechos que las demás personas. Lo que pretendemos es defender la realidad antropológica y social de la unión del hombre y la mujer, en su especificidad y en su insustituible valor para el bien común”. 
¿Porqué esta reacción? Por que el matrimonio fue instituido por Dios cuando creó al hombre y a la mujer. Las propiedades esenciales del Matrimonio son: unidad, indisolubilidad y apertura a la fecundidad. El Matrimonio por su naturaleza está ordenado a la generación y la educación de los hijos, al amor y ayuda entre los esposos y a su santificación personal. Para los cristianos, Jesucristo lo elevó a la dignidad de sacramento; un sacramento que da a los esposos una gracia especial para ser fieles una al otro y santificarse en la vida matrimonial y familiar, ya que el matrimonio cristiano es una auténtica vocación sobrenatural. 
El artículo de Valiante menciona que “es engañador apelar a la tolerancia o a la no discriminación para renegar y, al final, trastocar la elemental verdad sobre las relaciones humanas. No hay que abdicar nunca de la verdad. Si las palabras tienen sentido, hay que seguir llamando a las cosas por su nombre”. Y remato afirmando que “a cada quien, y no sólo al creyente, le corresponde la tarea de detener esta deriva de humanidad custodiando el vocabulario original de la familia, del matrimonio, del amor, que a través de milenios ha escrito la historia de las generaciones” 
Y oramos por tu conversión, Zapatero. 
 
 
 
 Fuente:

materunitatis.org

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