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Manejo constructivo de una situación conflictiva
Autor
Padre Michael Ryan Grace, L.C

 

Supongamos que vais un día en el metro de una ciudad, a la hora tope, cuando los vagones están llenos hasta los topes. Después de mucho esfuerzo lográis meterlos a empujones. Todos van apretujados como sardinas. De repente, en un movimiento brusco del tren, una señora, que está delante de vosotros, clava, sin querer, su tacón en vuestro pie. Veamos ahora los diversos desenlaces que esta situación puede tener y tratemos de aprender algunas cosas sobre la comunicación en una situación de conflicto.

a) El dolor es dolor venga de donde venga

Obviamente la situación del pisotón duele. Sin embargo, la señora lo ha hecho sin querer. Pero, no obstante esta buena intención de la señora (o, más bien, falta de mala intención), la molestia y el dolor son muy reales. Igualmente en el matrimonio, hay situaciones donde, sin querer, hacemos cosas que hieren a la otra persona. Pero la ausencia de mala intención no quita los efectos reales que la otra persona está sintiendo.

* Recién casada (aun estudiando) después de un día pesado en la semana de exámenes finales y justo el día anterior a mi último examen, además de haber terminado de limpiar el agua que había inundado la cocina, llegó mi marido, lo saludé y le pregunté qué quería de cenar. Algo sencillo, le dije porque todavía tengo mucho que estudiar. El me contestó "taquitos de pollo frito con guacamole, por favor". ¡Exploté!.

* Todos los casos se reducen a que para él todo debe marchar siempre a la perfección. O parece que no debería haber posibilidad de un error, olvido, impuntualidad. A pesar de que él es una persona muy humana, a veces parece olvidar que hay situaciones en las que algo imprevisto cambia el plan o la situación.

Ahora volvamos al tren. ¿Qué haces con el dolor que sientes? Lo puedes "aguantar" en silencio, ciertamente. Pero, lo más normal cuando sientes dolor es quejarte, expresarlo. En este caso seguramente dirás: "Señora, me está Ud. pisando y me está doliendo". Pensando en el matrimonio, es inevitable que los esposos rocen algunas veces dado que se trata de una convivencia íntima, permanente y entre dos personas tan diferentes. Ahora bien, en el matrimonio es muy importante poder decir “tal cosa me molesta”. Saber soportar contrariedades sin quejarse es una gran virtud y hablaremos de su necesidad en otra parte. Pero, hablando en plan menos heroico, es igualmente necesario que haya un clima de confianza en el que se pueda decir que algo molesta, si es el caso.
A veces no se hace porque queremos mantener la compostura (el "stiff upper lip" de los ingleses). A veces no lo decimos porque hay una especie de miedo a lo que la otra persona vaya a pensar. Además, en nuestro mundo de hoy, casi nadie tiene tiempo para escuchar a fondo nuestros problemas. En fin, es una buena prueba para medir la calidad de confianza de una relación ver si pueden decirse (si quieren) todo aquello que molesta, preocupa o, simplemente, da tristeza. Cuando no existe este clima de confianza y libertad algo importante está faltando. Tal vez es el comienzo del desierto árido y extenso que se va a ir formando entre las personas.

* La primera vez que sentí tristeza en mi matrimonio fue en la luna de miel. Un día, en el hotel donde estábamos, coincidimos con unos conocidos de mi marido. Me dejó sola durante unas tres horas mientras fue a jugar golf con ellos. Nunca se lo dije pues pensé: ¿qué va a pensar de mí si me quejo tan pronto? Sin embargo esto ha sido una pauta constante en nuestro matrimonio.

b) Primera respuesta equivocada: insistir en tu inocencia

Para que pueda existir el clima de confianza que permite poder decir lo que nos pasa, es importante la reacción que expresamos cuando alguien nos manifiesta dolor o cuando nos "acusa" de estar haciendo algo que no es de su agrado. Muchas veces hay respuestas equivocadas y, entonces, se arruina todo el diálogo. Siguiendo con el ejemplo del tren veamos cómo no debe ser y cómo debe ser la conducta en tales situaciones.

A tu queja "Señora, me está pisando" ella puede responder “¿De qué te quejas? No lo estoy haciendo a propósito”. Esta es la reacción más común cuando los que viven con nosotros nos dicen algo negativo; sentimos que nos están acusando de hacer el mal y de ser malos. Instintivamente nos defendemos declarando nuestra inocencia, nuestra bondad interior y creemos que, con esta declaración de inocencia, la otra persona debería quedarse tranquila. )No es esta la reacción que se revela en los siguientes casos?

* Mi mujer frecuentemente me deja el coche sin gasolina sabiendo que no es fácil que llene el depósito por la mañana. Luego se molesta cuando le llamo la atención porque dice que "se olvida" y no lo hace a propósito.

* Un día de su cumpleaños le pregunté por la mañana si vendría a comer o si sus compañeros de trabajo le habían planeado alguna fiesta. Me contestó que comería con nosotros. Pero sus compañeros de trabajo le llevaron a un restaurante y nos dejó esperando hasta las nueve de la noche. Dijo después que no pudo llamar a casa. Luego dijo que "no era para tanto" cuando se lo reclamé fuertemente por la noche.

En todos los casos que hemos visto podemos decir que casi nunca se da la mala intención de hacer sufrir a la otra persona o de fastidiarla. Casi siempre habrá una razón que explique (¿justifique?) las acciones. Pero -y esta es la lección que hemos de aprender- cuando una persona está molesta no quiere oír cuáles fueron las intenciones del otro sino que quiere que se le preste atención, y que se quite aquello que le provoca dolor.

Una vez más repito la idea de fondo de estas páginas: si quieres tener un amor delicado debes estar atento a lo que puede hacer sufrir a la otra persona. Aunque tú no tengas ninguna culpa, sí puedes ser la ocasión o parte de la causa. Recordemos, pues, que debemos estar atentos a lo que ocasionan nuestras palabras y acciones fijándonos en los efectos que ha producido en la otra persona y no sólo en las intenciones personales que serán, normalmente, buenas.

c) Segunda respuesta equivocada: contraatacar

Otra posible reacción a la persona que nos "acusa" es la de contra-atacar. La señora del tren te puede contestar: “¡ah, qué delicadito es! ¡por qué poco se queja!”, “¿quién le manda venir al metro en sandalias?”. Esta manera de responder es una estrategia de defensa: se trata de invertir el ataque. Lo que se hace aquí es decir a la persona que sufre que no debería sentirse tan mal: ¡total es sólo el tacón! ¡No es para tanto! ¡Es solo una gota! Esta manera de defenderse es muy nociva para la relación. En realidad estoy diciendo que, “el problema no soy yo y mi pisada, sino eres tú, por lo sensible y delicado que eres”. ¿No es esto lo que aparece en la respuesta del siguiente caso?

* Al hablar con él de algo serio e importante para mí su único comentario es “¡mira!, mira!, ¡mira!”. Quizá nos encontramos en distinta frecuencia de comunicación. El está en el nivel gracioso y yo no.

Es increíble, pero esta táctica se usa mucho en las relaciones humanas y en el matrimonio: “Ay sí”, “qué exagerado eres”, “mira cómo se comporta tu hermana en situaciones peores”, “estás mal acostumbrada”, “deberías fijarte en todo lo que te doy”, “estás loca”. Respuestas de este tipo causan mucha rabia interior en la persona que está "sufriendo". Es negarle el derecho de sentir lo que está sintiendo y... esos enfados son las gotitas que van cayendo en el vaso.

Lo útil aquí es darnos cuenta de que contestando de esta forma se va a mejorar la comunicación. Tal vez la discusión se termina, pero el vaso se va llenando porque la persona herida va guardando y acumulando su problema. Tampoco es constructivo refugiarse en el silencio o negarse a discutir el tema. Esto es sólo la táctica del contra-ataque camuflada. Así no corre la sangre de la comunicación. Al contrario, se le pone obstáculos.

* Estábamos hablando sobre un problema relacionado con nuestra familia política y por enésima ocasión se cerró dando respuestas infantiles y absurdas. Terminamos muy molestos y distantes.

* Nuestro vaso se derramó cuando, después de hablar media hora, no pudimos ponernos de acuerdo sobre qué hacer el fin de semana.

d) Pasos para una respuesta sana y constructiva

¿Cuál es la respuesta sana y honesta a situaciones como aquella imaginada en el tren y como tantas otras que son muy reales en el matrimonio? Tratemos ahora de establecer unas pautas positivas.

* Que haya confianza para expresar el problema, el "dolor". Con esto le estamos diciendo a la otra persona que reconocemos sus sentimientos tal como son y le damos el derecho de sentirse así: “¡no eres malo, ni egoísta, ni loco por sentir lo que sientes!”

* No debemos reaccionar protestando nuestra inocencia, ni contra-atacando tratando de hacer ver que, en el fondo, el problema se debe al otro. Al contrario nos prestamos a una escucha activa.

* Solicitar más información. Que la persona nos explique bien lo que le está pasando, porque queremos entenderla a fondo. Esto es importante también para no imaginar más de la cuenta. Queremos conocer detalles que concreten el problema, etc. Este es el momento de una verdadera escucha que consiste en comprender y, por tanto, en no juzgar ni etiquetar. Este último punto es sumamente importante. Muchas veces los problemas serios nacen no por lo que se sufre sino por que se sufre sin la comprensión de la pareja. Cuando hay comprensión somos capaces de sufrir mucho sin hacernos daño.

* Reconocer la parte que hayamos tenido en la situación conflictiva que está molestando, aunque no hayamos tenido ninguna mala intención de dañar a nadie. Aquí radica una de las dificultades mayores cuando alguien nos "acusa". Debemos ser capaces de distinguir entre ser culpables y ser responsables de algo. Culpables seríamos si lo hiciéramos con mala intención. Pero, sin ser culpables, podemos ser, en parte, responsables de un mal. Por ejemplo, si el freno de mano de mi coche se rompe por la noche y choca contra la pared del vecino, soy responsable del asunto, pero no culpable. Y si quiero tener buenas relaciones con él debo afrontar el problema y no precisamente atacando y diciendo “¿por qué no aparcaste al otro lado de la calle?”

* Asegurar a la otra persona nuestro amor por ella. En el matrimonio esto significa asegurar al cónyuge que lo amamos y que la última cosa en el mundo que quisiéramos hacer es hacerle daño. Asegurar así nuestro amor a la otra persona es sumamente importante cuando hay una situación de conflicto. Es como tender una red de seguridad que hace más fácil construir el puente y buscar las soluciones.

* Decirle también que vamos a hacer todo lo posible por quitar lo que le está lastimando. Esta promesa es lógica.

* Sin embargo, muchas veces no se pueden eliminar todos los motivos de preocupación, de dolor. En la vida matrimonial hay mucho que soportar. Por ejemplo, tomemos el caso de una esposa que "sufre" mucho por el horario de trabajo de su marido, porque casi no lo ve y le tiene que esperar hasta tarde todas las noches, lo cual le pone nerviosa porque le da miedo estar sola en casa. Se queja de la situación. Si el esposo no está atento podría dar cualquiera de las respuestas ya mencionadas: “yo no te lo hago a propósito” y, por tanto, “tú no deberías estar molesta”; “no es para tanto, hay mujeres que tienen que aguantar cosas mucho peores: yo, por lo menos estoy trabajando”. Con esto, implícitamente, le estaría diciendo: “por tanto, el único problema aquí eres tú”.

La respuesta correcta será una actitud de escucha de los sentimientos de la mujer en un clima de verdadera comprensión, luego un análisis de la situación con el afán de eliminar lo que molesta. Si no se puede eliminar el problema, porque es el único modo de ganar el pan para la familia, entonces se hará una llamada a la capacidad de la esposa para soportar la situación. Pero es muy diferente sobrellevar algo cuando hay comprensión que cuando no la hay. De nuevo, el problema no es la montaña que hay que escalar sino la piedrecilla del zapato: en este caso la piedrecilla podría ser la de sentirse sola, incomprendida y no escuchada.

Desde luego, el matrimonio exige valentía, sacrificio de uno mismo y capacidad de aguante. Yo creo que en la mayoría de los matrimonios existe esta disposición, este amor fuerte, capaz de gran entrega. Lo que aquí estamos tratando de recalcar es que no se debe dejar escapar esa reserva de amor por ciertos agujeros -desgastes emocionales- que se hacen imperceptibles y se agrandan con el tiempo cuando no los curamos.

* Una consideración final. Una comunicación capaz de un diálogo de este tipo presupone una madurez en las personas. Esta madurez les prohíbe usar lo que se dice como arma en discusiones posteriores. Por ejemplo, si un esposo admite que habló en tono fuerte, esta admisión nunca debe ser usada después en su contra:

* "Ya ves, tú me lo prometiste!". Actuar así perjudicará la confianza en el futuro. En efecto, una de las razones por las cuales no solemos reconocer nuestra parte en los problemas es porque con ese reconocimiento franco nos estamos exponiendo: aceptar una limitación, reconocer una ignorancia, admitir una falta de control, etc. es algo que puede ser usado en nuestra contra más adelante. Por eso preferimos no bajar la guardia. No quiero oír después a la otra persona decirme:

* ¡Menos mal!, Ya era hora de que entrara en tu cabeza que te falta finura; hasta tú mismo lo reconociste. Tú mismo me das la razón.

Temeroso de este efecto "boomerang" preferimos mantener la postura de que “yo no tengo la culpa de tu problema” y así no doy armas al "enemigo". Pero estaremos colaborando a que el vaso se llene.
 
 Fuente:

autorescatolicos.org 

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