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El matrimonio. Creación y origen |
Autor |
Camilo Valverde Mudarra |
“Hagamos
al hombre a nuestra imagen, según nuestra propia semejanza…Y Dios creó
al hombre a su imagen -a imagen de Dios lo creó-, varón y hembra los creó.
Y los bendijo Dios diciéndoles: ‘Creced y multiplicaos, poblad la
tierra y sometedla, dominad sobre los peces del mar, las aves del cielo y
todos los animales que se mueven por la tierra” (Gén
1,26-28). “Después
Yahvé Dios pensó: ‘No es bueno que el hombre esté solo; le haré una
ayuda semejante a él” (…) Seguidamente, de la costilla que había
sacado al hombre, Yahvé Dios formó a la mujer y se la presentó al
hombre, quien exclamó: ‘Esta sí que es hueso de mis huesos y carne de
mi carne’ (…) Por esta razón deja el hombre a su padre y a su madre y
se une a su mujer, y los dos se hacen uno solo (Gén
2, 18.22.24); “El hombre puso a su
mujer el nombre de Eva -es decir, Vitalidad-, porque ella sería madre de
todos los vivientes” (Gén 2,18 - 3,20). Los
creó nada menos que semejantes a Él, “a
nuestra imagen”, a los dos. Son una copia dúctil y viviente de
Dios. El plano de igualdad y semejanza es el más alto; que el género
humano esté hecho a imagen de Dios es algo extraordinario, casi
impensable. La expresión “a imagen” abarca un carácter histórico-salvífico. Se ha de
entender en sentido dinámico y totalitario, pues indica todo individuo
humano en su aspecto psico-físico en relación con Dios, es la especie
humana, así como el nombre “Adam”
tiene valor colectivo. Dueños
y señores del planeta “dominad la
tierra”, los dos reciben esa misma potestad, como delegados y
representantes de Dios por sus dotes corpóreas y mentales que los
capacitan para someter y domeñar la naturaleza y la vida; “varón
y hembra los creó” es curiosa y relevante esta concreta
diferenciación de los sexos en un texto didáctico, como Gén.1.
Diferencia que va referida tanto a concepciones socio-psicológicas, como
a las biofísicas de macho y hembra y esta bipolaridad que forma
esencialmente parte de la especie, es expresamente creada por Dios y se
compagina de modo asombroso con los designios óptimos del Creador. Hecho
que indica la perfecta igualdad y la idéntica dignidad de la mujer y del
hombre; “creced” los dos, ambos, con el apoyo mutuo, han de alzarse y
favorecer su propio avance y evolución, el de sus generaciones y del
medio que se les confía; y “los
bendijo” a los dos, bendición extensiva y comprensiva al conjunto
de las dos primeras criaturas. Hombre
y mujer, desde la perspectiva del Creador, forman una unidad, los dos se
necesitan y ayudan mutuamente, ambos se complementan y juntos forman la
totalidad creadora que los faculta para realizar el mandato divino: “creced
y multiplicaos”. Solos y separados, en solitario, no encontrarán la
realización que, como creaturas,
están necesitados, por su naturaleza, a buscar en la unidad, “no
es bueno que el hombre esté solo” No
existe, en toda la Biblia ni en la literatura del Antiguo Oriente, una
narración de tal amplitud y detalle sobre la formación de los primeros
seres y su unión. En el segundo relato que ocupa un lugar privilegiado en
Gén 2, el hagiógrafo refiere la creación de la mujer como producto de
una reflexión que muestra claramente la excelencia y exclusividad de la
mujer: “Después Yahvé pensó”.
Queda pensativo ante su obra ya realizada, y ve que le falta algo “no
es bueno que el hombre esté solo”. Es una afirmación rotunda. El
autor sagrado muestra, sin vacilación alguna, que la soledad en el hombre
comporta la ineficacia y la adversidad. ¿En qué consiste? ¿Por qué el
estar solo entraña la carencia y negatividad? ¿Será la frase expresión
clara de la inferioridad del hombre? Tal vez afirme indirectamente que el
hombre es un ser desvalido y falto, una personalidad incompleta y débil,
necesitado de impulso, dirección y sostén. “Le
haré una ayuda”, la mujer; es, por tanto, la compañera
imprescindible, el auxilio preciso del hombre “semejante
a él”, pero, semejante, no significa
“igualdad” total, pero sí, identidad de naturaleza y de dignidad.
La soledad no es buena, porque el hombre es un ser social, ha de vivir en
comunidad. La sociedad fundamental es la conyugal. El
hombre para estar completo y ser eficaz necesita de la mujer, una
“ayuda” conformante, integradora en comunidad armónica que llena el
vacío interior del varón, de modo que, por la misteriosa atracción
mutua de los sexos, renunciando a los lazos paternofamiliares e incluso a
sí mismo, viene a formar con el otro un único ser nuevo, “una sola
carne”, dos que forman una singular, unitaria y perfecta biunidad: el matrimonio. Comunión personal de afectos, de
sentimientos y de voliciones de todo el ser, “los dos se hacen uno solo”. Y,
sumiendo al hombre en un sueño letárgico, tomó una de sus costillas y “formó
a la mujer”. La “costilla”
significa comunión de naturaleza en íntima unión de los dos. Es una honda interrelación de existencia. La mujer es el último
acto creador, el retoque más delicado y perfecto de todo el cuadro. Es el
rasgo sublime y definitivo del Artista. No indica dependencia, sino un
algo más, un ir más allá, dentro de la misma dignidad de la que es
tomada y formada, hay una pincelada de mejora, de superación; el varón
es barro: “formó al hombre de polvo de la tierra”, y la mujer es carne y hueso
de mis huesos; la “costilla”
es culminación y perfección.
El relato, que sigue, sobre la tentación y la caída del hombre (Gn
3,1-24), se inserta en los modos de narrar de aquella época y cultura.
Vencida la mujer por la tentación a instancias engañosas de la satánica
serpiente: “seréis como
dioses…, tomó de su fruto y comió”; y seduciendo a Adán, instándolo
a comer la triste fruta, se consumó la descomunal tragedia. Es la imagen
literaria que simboliza la potestad humana de elegir y determinar
personalmente el bien y el mal. Es el uso equivocado de la libertad; la caída
por orgullo que hace confundir y trastocar la validez del bien y el carácter
del mal. El aceptar la tentación fue traspasar su condición, atentar
contra la trascendencia, quebrantar la naturaleza. Por
un acto de soberbia, el hombre, la humanidad en este caso, efectuó la
transgresión del mandato de la Divinidad con lo que dislocó el orden
natural establecido en la creación. Hubo de cometer la humanidad una
infracción de enorme gravedad cuya concreción ha desaparecido en la
lejanía de los tiempos, pero que ha perdurado en el recuerdo ancestral y,
por eso, se refleja en las imágenes y figuras literarias de la leyenda
universal. El
autor sagrado expone su versión adaptada a la mentalidad de la época y
acorde con el ambiente cultural del momento mediante una alegoría que
encierra el contenido del “algo” que sucedió cuya significación es
preciso extraer de la forma poética y figurada latente en la antigua
palabra. |
Fuente: | autorescatolicos.org |
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