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Aspectos sociales del matrimonio
 
Autor
Camilo Valverde Mudarra

 

1. SOCIEDAD PATRIARCAL


Siendo una institución natural, el matrimonio, por motivos psicológicos y sociales, así como por dignidad y responsabilidad de los cónyuges ha de ser monogámico, estable y procreador.

El hombre ha recibido su naturaleza humana para realizarse como persona; está dotado de libertad y sujeto a errores que pueden llevarlo y, a veces, le hacen cometer infracciones contra la ley natural que realmente perjudican su naturaleza. Así, el matrimonio, en el transcurso de la historia, será el resultado del empleo de la libertad por parte de los individuos y de las condiciones económicas, sociales y religiosas en que vivan. Estos diversos factores hacen que el matrimonio, aun con líneas comunes, presente, en los pueblos de la tierra, formas muy distintas.


1. Matrimonio patriarcal


En las sociedades nómadas y pastoriles, la autoridad absoluta se halla en manos del padre, el patriarca, que es el regente superior de toda la familia, clan o tribus. Patriarca -dice el D. R.A.E- es la persona que por su edad y sabiduría ejerce autoridad moral en una familia o en una colectividad. En opinión de H. Puleo, “el término, según la teoría feminista, alude a la hegemonía masculina en las sociedades antiguas y modernas… la autoridad no proviene de ancianos bondadosos con sabiduría, sino de una situación de dominación y explotación”.

Se entiende por familia patriarcal la que está regida por el patriarca que es el varón más anciano, ostenta la autoridad y dirección absolutas y todos los miembros lo obedecen y respetan. Dispone de sus hijos, nietos y demás descendientes, de sus propiedades y de su trabajo, incluso puede venderlos como esclavos y condenarlos a muerte.

La concepción patriarcal procede de los pueblos indoeuropeos, de los semitas y sus ramificaciones: greco-romanos, europeos y orientales. Se caracteriza por la preponderancia de los derechos del primogénito, transmisión del apellido paterno, el padre decide el casamiento de los hijos… El matrimonio se rige por la ley esencial de la patria potestad del padre y el marido es el dueño y señor de la casa.

Este sentido masculino tan firmemente asentado llegó a determinar todo el pensamiento social, las manifestaciones culturales e, incluso, dejó su impronta en la estructura del enfoque religioso. Es la religión la que impulsa el paso del matriarcado al patriarcado. Cuenta Gallichan que el dios Dionisos promulgó la doctrina de la paternidad por la que la madre sólo es la nodriza del germen depositado en su seno. Las mujeres se indignaron con lo que destruía su antiguos privilegios y presentaron batalla, muestra de lo cual son varios mitos helénicos. Pero, Apolo impuso su autoridad e inició el período espiritual solar en el que triunfa la paternidad, el hijo se consideró directamente relacionado con el padre y se consolidó la fase patriarcal de tan gran trascendencia en la historia social de la humanidad. 

Las sociedades patriarcales -afirma Díez Celaya- se imponen sobre el resto de las formas adoptadas en el mundo, mediante la conquista, la colonización o la penetración económica, anulando la influencia femenina. Pero, la idea de patriarcado no apunta a que la mujer carezca de todo poder o que esté desprovista de derechos, medios y bienes. 

La certeza aparente de los hechos conduce a considerar la familia materna como un paso inevitable de la situación primitiva y a ver en el sistema patriarcal el resultado de un lento y largo progreso del hombre. Ciertamente, mientras la antropología no pueda demostrar el origen diverso y diferente de las razas humanas, hay que pensar en la unidad específica del género humano y que las distintas clases de sociedad son etapas en el recorrido humano desde los estados primitivos a los civilizados. 

 
 Fuente:

autorescatolicos.org

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