Regresar
Aspectos sociales del matrimonio II
 
Autor
Camilo Valverde Mudarra

 

2. LA SOCIEDAD MATRIARCAL

 

Contra lo que en principio pudiera parecer, el sistema matriarcal se ha dado en un gran número de pueblos considerados no civilizados, mientras que el patriarcal ha dominado en la mayor parte de los pueblos que alcanzaron un cierto grado y nivel de cultura.

Hay etnógrafos y sociólogos que han afirmado que en las sociedades primitivas prevalecía el sistema familiar del matriarcado y que, en distintos pueblos civilizados, podían rastrearse muestras persistentes de tal sistema. Se admite, en general, la existencia de ciertas modalidades matriarcales en tribus de la India entre los drávidas y los vedas, de África en los bantúes del Congo, de Oceanía, da América entre  los indios iroqueses y apaches.

 

1. Matriarcado

 

Con el nombre de matriarcado se conoce, en Etnología, una peculiar organización social y familiar, fundamentada en la especial preeminencia de la mujer y de sus parientes dentro de una comunidad constituida. Es la organización en la que la madre constituye el núcleo o cabeza de la comunidad doméstica, el padre no cuenta o no pertenece a ella, a veces, queda reducido al rango de simple esclavo sometido a la parentela de su esposa.

Se citan como notas características del matriarcado la herencia por línea materna, la exclusiva función de sacerdotisas, impulso a la fecundidad. “Mi madre me ha dicho que yo soy hijo de Ulises, pero yo lo ignoro” dice Homero en uno de sus versos. La maternidad, en su fácil realidad de verdad tangible, era la vía de certeza absoluta para determinar el lazo familiar. La maternidad es un hecho incontrovertible, único testimonio al abrigo de toda disputa, mientras que la paternidad es una cierta ficción jurídica; el padre sólo existe cuando consta y se ha especificado por el matrimonio. En la legislación romana, el derecho de la madre existe por naturaleza, mientras que el del padre se debe al derecho civil, sin la cuestión legal el hijo no sería de padre conocido. Por ello, la filiación masculina no pudo proveer a la concepción primitiva los fundamentos de determinación del parentesco.

En la sociedad matriarcal, es un miembro femenino el que gobierna. Aún después del casamiento, sigue formando parte de su familia y el marido entra a vivir con los miembros parientes de la esposa, sus hijos pertenecen a la familia y heredan su nombre y posesiones, de cuya educación se encarga un hermano de la mujer, de modo que se establece un vínculo especial entre los hijos de esta y su tío materno.

Se celebran ritos de iniciación femeninos y no se concede ningún valor a la virginidad. Las creencias religiosas se rigen por la idea de fecundidad y fertilidad desarrollada en una mitología lunar que establece un nexo entre los ciclos lunar, femenino y vegetativo; la Tierra se concibe como la Gran Madre. Son de gran importancia las prácticas mágicas y la mujer realiza la función de sacerdotisa.

La sociedad matriarcal pertenece a culturas agrícolas, relacionadas con la inclinación instintiva de la mujer a la vida sedentaria; se supone que la preeminencia femenina se debe al descubrimiento e invención de la agricultura por la mujer, que, por ello, es la propietaria de las tierras y, en consecuencia, adquiere valor y el dominio. La organización y costumbres matriarcales se pueden hallar en ciclos culturales complejos y en culturas históricas y actuales.

Cierto que los lazos matrimoniales penden de la mujer, pero ello no quiere decir que ella posea por entero el poder. Los Tchambuli, tribu de Nueva Guinea, son gobernados por una mujer que aparentemente ostenta la autoridad pero el poder real es ejercido por los varones cercanos.

 
 Fuente:

autorescatolicos.org

Regresar